No renuncies
No recuerdo muy bien cómo empecé a tomar conciencia de que tenía que hacer algo para mejorar las cosas.
Fue como una especie de “despertar” que me dio claridad de ideas y una buena dosis de energía para movilizarme y entrar en contacto con otras personas (hombres y mujeres) que compartían mi punto de vista.
Me estoy refiriendo a mi compromiso por lograr un mayor equilibrio entre hombres y mujeres en los ámbitos de decisión económico y empresarial.
Me consta que es un tema que incomoda a algunas personas y que otras tantas lo consideran innecesario, por “superado”. Si estás en este grupo, sigue leyendo. Este texto te conviene.
Es verdad que las mujeres nos hemos incorporado al mercado laboral de manera masiva, y sobre el papel, tenemos las mismas oportunidades que nuestros compañeros para llegar tan lejos como nos lo permitan nuestro talento y nuestro esfuerzo.
Pero la observación de la realidad indica otra cosa. Lo cierto es que hay muy pocas mujeres en las esferas de poder. Insisto: muy pocas.
Y da igual el ámbito. Este lamentable patrón se replica en el mundo académico, en los sectores tecnológicos, en el de ciencias de la salud, en los servicios profesionales…
No digamos ya en banca de inversión o en nuestro querido sector inmobiliario.
Existen multitud de informes elaborados tanto por organismos públicos, como por consultoras de ámbito privado de gran prestigio, que avalan que actualmente las mujeres tenemos más formación académica y obtenemos mejores expedientes.
Pero tristemente, esta mejor preparación no tiene reflejo en las posiciones que, tras nuestros estudios, las mujeres pasamos a ocupar en el ámbito empresarial y económico.
¿Cuáles son los motivos? ¿Es que cuando llegamos al mercado laboral nos volvemos menos inteligentes? ¿Se evapora el talento que demostramos mientras cursábamos nuestros estudios? Respóndete tú mismo/a…
La explicación está en que en nuestro camino se cruzan una serie de barreras adicionales muy pesadas, algunas de las cuales están en nuestro entorno y otras, las más poderosas, están dentro de nosotras mismas.
Respecto a las barreras que están en nuestra cabeza (el célebre “no me siento capaz”, que nos lleva a autoexcluirnos), pueden parecer desconcertantes, pero en realidad no deberían extrañarnos lo más mínimo, pues son el resultado de una memoria atávica, que nos recuerda que durante siglos la mujer ha estado relegada de las esferas de poder.
Las dos últimas generaciones (la de nuestras madres y la nuestra) somos las que estamos empezando a conquistar las esferas de poder económico. Estamos siendo disruptivas, pues adoptamos roles sin apenas tener modelos de mujeres de las que poder aprender e inspirarnos. La ausencia de modelos resta naturalidad a esta conquista, pues sientes que estás pisando terreno virgen, cosa que puede parecer emocionante en algunas ocasiones, pero la mayoría de las veces se convierte en una carga muy pesada, que te invita a abandonar.
No entraré en las barreras del entorno familiar, empresarial y social, pues explicarlas correctamente da para un libro entero.
Espero poder escribirlo algún día, en el próximo momento de bajonazo de ciclo inmobiliario. Por el momento voy apuntando en mi Moleskine multitud de anécdotas, algunas con mucha miga, que vivo en mi rutina diaria. El día que escriba el libro me lo pasaré en grande eligiendo los nombres ficticios de los personajes reales de nuestro Sector…
Acabo en este post con unos mensajes muy simples, que no pretenden otra cosa que aportar luz y cariño.
A los hombres que seguís leyendo este post: ante todo, mi agradecimiento y mi afecto, pues tenéis ganas de comprender. Sea cual sea el papel que te toque representar en relación a nosotras (el de marido, amigo, padre, compañero, jefe, colaborador) piensa que podemos tener en ti a nuestro principal aliado.
¿Estás a favor de la igualdad de oportunidades? ¿No te gustaría ver a tu hija feliz ocupando el cargo de Presidenta/Consejera Delegada/Directora General de una buena empresa? Entonces estás en la misma guerra que nosotras.
Justo es decir que tú también tienes que soportar el papel que te ha dejado la historia. De ti se espera que seas la principal fuente de ingresos familiares, tienes una pesada responsabilidad económica sobre ti. Quizá también tengas ganas de librarte de esta carga y tengas que iniciar tu propia lucha. Cuentas con mi apoyo.
A las mujeres jóvenes que estáis empezando vuestra vida profesional: buscad sin descanso la manera de superar las barreras con las que os encontréis.
No hay soluciones sencillas, tampoco perfectas, pero debes perseguirlas, te aseguro que vale la pena hacerlo.
No sientas la tentación de la acomodarte en la protección económica de otra persona. La pérdida de independencia económica es la pérdida de algo mucho más valioso: la libertad individual.
La persona con la que compartas tu vida será clave en tu desarrollo profesional, pues su apoyo es imprescindible para que todo funcione.
Debéis compartir el sueño de disfrutar de una vida plena y sin renuncias, pues las renuncias, ya sea en el ámbito personal o en el profesional, son dolorosas y pasan facturas emocionales con el paso del tiempo.
A las mujeres de más de 40 años: tenemos una responsabilidad enorme en relación a las mujeres más jóvenes. Debemos animarlas a que crean en sus capacidades y las desarrollen plenamente. Animémoslas a que emprendan con entusiasmo su vida profesional (por la que llevan preparándose muchos años) y sobre todo, a que se entreguen a su trabajo con placer, porque es una fuente inagotable de crecimiento personal.
Debemos acompañarlas con generosidad en su camino y ser capaces de proporcionarles modelos de mujeres que no sólo trabajen, sino que por encima de todo, sepan disfrutar de su vida personal, familiar y social.
Démosles referentes de mujeres felices, que cuidan todas las esferas vitales que configuran una existencia equilibrada.
Os animo a que entre todos (cuento también con vosotros) construyamos redes de apoyo para lograr estos objetivos.
Nos lo merecemos nosotros/as y las generaciones que vendrán detrás nuestro.